domingo, 2 de diciembre de 2007

Historias de taxistas

No ha sido más de una ocasión, en la que me he encontrado en el asisto del copiloto de un automóvil, y tendiendo de conductor un taxista.
Realmente encontrar a una de estas personas dispuestas a conversar, es realmente satisfactorio, ya que siempre tienen algo que contar.
Después de todo, son personas, que han visto y oído mucho, tienen sus historias y las narradas, las que se cuentan en unos 10 minutos, entre una parada a otra.
Ellos viven los mitos, las suposiciones que nosotros, los que tenemos suerte no las vivimos. Suelen ser protagonistas de historias completas, de las que crean conciencia.
Para mi, los taxistas, son verdaderos críticos de la sociedad en la que vivimos, todos a su manera, ya que a través de sus propias vivencias y opiniones de “clientes”, aprenden a ver el mundo de una forma menos chueca que nosotros.

Primera historia: Yo tuve una vez mucho dinero, ahora soy millonario

Había terminado mi consulta en la clase de una de mis profesoras particulares, Doris, que me ayudó esa tarde con un trabajo para mi examen de alemán. El reloj marcaba las 19 horas, ya las calles estaban iluminadas por los faroles, en vez de por el brillo del sol.
Esa tarde, mi mamá no me podía ir a recoger, por lo cual procedí a la acción más coherente, llamar un taxi (taxi amigo específicamente). Por la distancia esa “carrera”, como se les suele llamar, me iba a salir algo costosa, y tenía el ligero temor de no poderla pagar.
Al llamar mi chofer habitual dijo que el estaba ocupado, por lo cual llamaría a un compañero de confianza para que lleve a mi casa.

Al cabo de unos cinco minutos un automóvil en la acera me esperaba, fui hacia el y le pregunto el costo del servicio, hizo un cálculo rápido mental y me dio una cifra, mis suposiciones estaban correctas, me faltaba un dólar para completar la cifra y dudaba que las monedas pudieran bastar, le comente mi situación y me contesto con toda familiaridad: “Denme las monedas que tenga, con eso basta, después de todo no la voy a dejar aquí botada por solo unos cuantos centavos”, me agrado su respuesta, y después de darle las monedas que poseía, encendió el automóvil y comenzamos el recorrido.

El taxista, tenía sus años encima, quizás unos cincuenta, pero conservada la vitalidad de alguien de treinta, bien peinado, bien arreglado, inspiraba confianza. A los segundos de comenzar el trayecto inicio la conversación con unas cuantas preguntas: ¿Cómo se llama usted?, ¿Cómo así por ahí tan tarde?, entre otras preguntas más, las cuales el también respondía, al final supe que su nombre era E. Game, se divorcio y se volvió a casar, tenia algunas hijas en ambos casamientos, y que anteriormente en sus buenos tiempos poseía su pequeña fortuna, tenia su confortable casa en Zamborondón y que, como a cualquiera le pasa, tuvo problemas con una que otra deuda y termino de taxista viviendo humildemente.
Talvez, oyéndolo como yo lo narro, prácticamente lanzando las palabras al aire, parecería una simple mentira, que me lo dijo para darse un pasado memorable, pero honestamente no percibí ninguna razón por la cual no creerle, su honestidad se asentaba en cada palabra de su relato.

El me dijo, que a pesar de no vivir como antes, de no gozar de tanto efectivo, ni de poseer tanto terreno o cualquier lujo que el haya perdido, vivía de una forma muy cómoda, feliz, estaba satisfecho.
En realidad, vivía sin presiones, más que las necesarias, pasaba tiempo con su familia, conocía gente, podría relajarse, disfrutaba la calma.

Realmente, a pesar de ser unas frases tan trilladas, al verlo a el, vi el concepto materializado en una realidad, la satisfacción en su rostro, carente de presiones y prejuicios, diciendo que le gustaba trabajar de taxista, ya que tenia la posibilidad de conocer gente nueva, como yo, que le recordaba a su hija que estaba con su madre en USA.

Siguió la conversación, y en un tramo de la carretera vía a la costa, me pidió que lo guiara cuando estuviéramos llegando, asentí alegremente, agregándole a la afirmación una pequeña frase “no falta mucho”, me respondió con una sonrisa en el rostro “jaja, pero si aun falta”, tal frase me inspiro a una respuesta ingeniosa “pero hay que ser positivos” su respuesta fue “es verdad, siempre…”

Y así culmino la travesía, después de unos minutos me encontré en el patio de mi casa, y me dijo que esperara hasta que habrá al puerta, la abrí, lo salude desde allí, me respondió de la misma forma y se marcho.

Siempre quise marcar el numero para volver a solicitar sus servicios, pero esa fue la ultima vez que fui donde Doris, aparte como el me dijo pocos minutos antes de llegar a mi casa, “Estoy tramitando con mi abogado, para recuperar mi antigua casa ($$$), si tengo suerte, después de un mes, no volveré a manejar este auto.

Terraynova Anamarly Laura Monsery Kllsge Karen Gómez

1 Consideraciones:

Nova [Terraynova] dijo...
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