sábado, 5 de julio de 2008

Historias Cortas

*Mera ficción

"No suelo ser una persona que reflexione mucho, ni que le llame la atención hacerlo. Pero eso no fue algo que pudiese pasar desapercibido sin llevarse consigo un par de noches de insomnio"

Maida (nuestra protagonista)


Ya había pasado medio año, yo fui al doctor a mi revisión anual, esta vez acompañada de mi madre.

Después de unos minutos de espera en la gran sala blanca llena de sillas bien agrupadas y extrañamente cómodas llego nuestro turno.

La doctora estaba sentada en un escritorio, copado de folletos y formularios. Saludo brevemente y nos invito a sentarnos. Usualmente y como en años anteriores íbamos directamente al análisis de peso y cosas de rutina para verificar nuestra salud, con excepción de que aquel año, era de actualización de formularios.

  • Comencemos con la madre, ¿Les parece? - Pregunto la doctora

Nosotras asentimos con la cabeza amablemente

La doctora comenzó a leer las preguntas y mi mamá a dictar las respuestas, pregunto desde Edad, hasta alergias, desde la cantidad de vasos con agua consumidos al día hasta cantidad de abortos.

Toda pregunta paso desapercibida ante mis oídos, hasta que llegaron a aquella, las preguntas y respuestas fluían con rapidez y un ligero cambio en la expresión de mi rostro no lo impidió. No es que considerara extraño a que mencionara que había abortado una vez, la posibilidad de esa respuesta existía y nunca le tuve importancia, tampoco estaba encontrar del aborto.

Después de las preguntas, y de los chequeos, ambas nos fuimos saludables a continuar con nuestro día, no volví a pensar en la respuesta, pero no significaba que la hubiese olvidado.

Esa noche después de cenar con mis padres y de desearles buenas noches a ambos, fui a mi cuarto y regreso un recuerdo fugas de mi día. Volví a recordar la respuesta.

No le pregunte nada sobre eso a mi madre, ni a nadie, no había razón y no era la verdad la que me inquietaba.

Estaba reflexionando de forma inusual, absorta en mis ideas y sensaciones.

Pero no pensaba en las posibles situaciones en la que se pudo haber desarrollado esa decisión, sino en el simple hecho de lo que un aborto conlleva.

Me di cuenta, que estaba: si no era de alivio era de angustia, agradecida y a la vez asustada de mí inmensa suerte, de que ese aborto no haya sido yo.

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